Sea compasivo señor Alcalde.

Hoy empieza la Fira i Festes y por cuestión de un trabajo de reparación, a primera hora de la mañana he visitado el centro de Gandia, mi ciudad. En concreto la Plaça del Prado, que para la Fira, en un alarde de prisas sin parangón, inaugurarán para volver a inaugurar más adelante, antes de las próximas elecciones. La cosa está rara en el Prado. El árbol de Rausell, bien merecería algo de compasión. El maltrato a un ser vivo en su más alto grado de perversión no tiene por aquí ninguna comparación, ni siquiera los toros, que se mueren al matarlos y ya está. No se me ocurre pensar en nada más torturante que a un muerto lo cuelguen en la plaza pública para su escarnio y que lo que lleva padeciendo este elemento de la decoración de nuestra ciudad es, a mi parecer, escarnio. Hoy lo he vuelto a ver disfrazado de otra cosa rara que no me atrevo a adivinar. Las esculturas, el arte y el urbanismo por lo que llevamos viendo una temporada son, en mi ciudad, cosa de derechas e izquierdas. Yo no tenía ese concepto del arte y ni lo entiendo, ni lo quiero entender. Si el ciudadano Rausell en su momento donó para los ciudadanos un espacio emblemático a cambio de mantener un árbol del que posiblemente se encariñó y que con el tiempo se moriría, no es menos cierto que, con lo que ha llovido, si realmente el hombre viese lo que han hecho con él se revolvería de su tumba y exigiría que le devolviesen la parcela. Pues no está bien lo que le están haciendo en los últimos tiempos. Señor alcalde, sea compasivo y, si cae el árbol, déjelo caer que no pasará nada. Total, una expropiación o una venta más o menos no se va a notar, y dejar que la naturaleza siga su cauce es y debe ser lo más justo para todos.